jueves, 24 de agosto de 2017

La Batalla de Kursk, la derrota decisiva de la Alemania Nazi frente a la Unión Soviética


Al menos en los últimos tiempos, la Segunda Guerra Mundial suele conjurar imágenes del desembarco en Normandía y el avance de los aliados occidentales; de los aviones japoneses atacando Pearl Harbor; de los cazas británicos y alemanes peleando en los cielos de Inglaterra; y, claro, de los campos de exterminio del régimen nazi en Polonia.

Pero por cantidad de tropas involucradas, por alcance territorial, por muertos y heridos y por pura destrucción, muchos expertos afirman que el rostro de la Segunda Guerra Mundial se acerca más al de las estepas de Rusia y de los combates entre la Wehrmacht alemana y el Ejército Rojo de la Unión Soviética, donde se produjeron el 75% de los casi 50 millones de muertos que se calculan en toda la guerra entre militares y civiles.



El 23 de agosto de 1943 concluía en ese brutal teatro de operaciones la que sería la batalla de tanques más grande de la historia, la última ofensiva a gran escala de la Alemania nazi y su derrota más categórica de la que ya nunca se recuperaría: la Batalla de Kursk.

Los números son, de por sí solos, abrumadores. Unos cuatro millones de soldados alemanes y soviéticos participaron en las diferentes etapas, junto a 70.000 piezas de artillería, 13.000 tanques y vehículos blindados y cerca de 12.000 aviones.

El plan alemán era simple y obstinado. Tras la desastrosa derrota en Stalingrado, Hitler buscaba retomar la iniciativa atacando en el sector alrededor de la ciudad rusa de Kursk (450 kilómetros al sur de Moscú), conocido en términos miliares como saliente, donde el Ejército Rojo se reforzaba antes de continuar su avance.

Los generales coincidían en que no había urgencia, que la zona no eran tan estratégica como como para justificar el esfuerzo y que los rusos ya estaban al tanto y tenían superioridad en hombres y equipos. Pero el dictador nazi no quería pasar a la defensiva ni ceder.

La operación se retrasó por diferentes razones, incluyendo la ansiada llegada de nuevos tanques con los que Alemania pensaba desestabilizar el campo de batalla tales como el Tiger y el Panther, hasta que finalmente los primeros movimientos de la "Operación Ciudadela" comenzaron el 5 de julio de 1943.

Las demoras y las frecuentes intercepciones de las transmisiones alemanas hechas por los británicos, quienes recientemente habían descifrado el código con el que Berlín encriptaba sus mensajes, tuvieron como resultado que los tanques carecían de la sorpresa y se encontraron contra una defensa específicamente preparada para derrotarlos.

Tras una semana de encarnizados combates durante los cuales las fuerzas de Hitler no lograron quebrar la defensa, los soviéticos contraatacaron con sus reservas y la derrota táctica se convirtió en debacle estratégica.


Cuando la batalla finalmente terminó el 23 de agosto de 1943, una ofensiva alemana había sido frenada por los rusos por primera vez en verano y sin la ayuda de la nieve, el Ejército rojo había recuperado un vasto territorio, incluyendo la ciudad ucraniana de Kharkov, y tenía ahora una iniciativa que no volvería a perder hasta destruir por completo al Tercer Reich en las calles de Berlín en abril de 1945.

Pero la victoria había sido costosa. Durante la defensa y el contraataque la Unión Soviética perdió unos 860.000 de sus soldados, entre muertos, heridos y capturados, uno 6.000 tanques y casi 2.000 aviones, según datos recientemente publicados por los investigadores Anders Frankson y Niklas Zetterling en su libro "Kursk 1943: un análisis estadístico".

Blindados alemanes y rusos mezclados en este monumento a la batalla en el pueblo de Prokhorovka. Kurks fue la batalla de tanques más grande de la historia (Flickr)

Mientras que la Alemania nazi tuvo pérdidas de casi 300.000 tropas en todo concepto, además de unos 2.000 blindados y cerca de 1.000 aviones.

Tal fue la masacre en ambos bandos que por muchos años los rusos recordaron con horror esta victoria pírrica, y sólo comenzaron a celebrarla en 1995 cuando el presidente Boris Yeltsin la incluyó en la lista de celebraciones militares de Rusia, según destacó la agencia Tass.

Y es que por toda la destrucción que fue desatada en Kursk y lo significativo de la victoria, a la guerra todavía le quedarían dos años más y millones de muertos entre militares y civiles antes de acabar.

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