El 14 de octubre de 1793, la reina destronada María
Antonieta, calificada de azote y sanguijuela de los franceses, abandonó su
celda y compareció, pálida y fatigada, ante el Tribunal Revolucionario, en La
Conciergerie, en París, considerada la antesala de la muerte.
La archiduquesa
de Austria fue acusada de conspirar contra Francia y de promover intrigas de
toda especie, de satisfacer sus caprichos desmesurados arruinando las finanzas
del país e incluso de haber mantenido una relación incestuosa con su hijo Luis
Carlos, delfín de Francia.
Aficionada al teatro y a los grandes bailes, a los
juegos de naipes y a la moda, María Antonieta fue odiada por un pueblo acosado
por el hambre.
Abucheada e insultada
La mañana del 16 de octubre de 1793 todo París se halla en
las calles, en los balcones y en los tejados. María Antonieta, abucheada e
insultada, se dirige al cadalso con las manos atadas a la espalda, condenada a
morir en la guillotina, a los 37 años de edad, y casi nueve meses después de la
ejecución de su marido, el rey Luis XVI.
Cae la cabeza de la reina y el verdugo
la muestra a la muchedumbre que abarrota la plaza de la Revolución -la actual
plaza de la Concordia, donde nace la avenida de los Campos Elíseos- y que grita
con furia: ¡Viva la República!
Imagen: FINE ART IMAGES / GTRES
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