Impresionante fue la bomba atómica que explosionó sobre la
ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de Agosto de 1945. Cualquier nación con un
castigo semejante se hubiera postrado al momento, sin embargo el Japón de la
Segunda Guerra Mundial no era de esa clase de países, ya que seguía obstinado
en luchar hasta el final sin importar las consecuencias. Ante esta actitud, a
EEUU no le quedó más remedio que poner fin a la contienda lanzando
una segunda bomba nuclear, esta vez sobre Nagasaki.
Preludio
Desconcertados encontró a los japoneses el lanzamiento de la
bomba atómica de Hiroshima por el B-29 “Enola Gay” de Paul Tibbets el 6 de
Agosto de 1945. Según comentaron los primeros informes en Japón, la ciudad
había sido destruida por un bombardeo convencional de muchos aviones. Hasta que
no pasaron unos días, nadie empezó a darse cuenta de la magnitud de la
tragedia, gracias a las investigaciones del físico Yoshio Nishina. A pesar de
todo, a ningún político ni militar japonés se le pasó por la cabeza pensar en
la palabrea “rendición” con la esperanza de que algún milagro desequilibrase la
balanza a su favor.
A los dos días de producirse el bomberdeo atómico, el 8 de
Agosto de 1945, la Unión Soviética de Iósif Stalin declaró la guerra a Japón y
el Ejército Rojo en una ofensiva denominada “Operación Tormenta de Agosto”,
invadió los territorios bajo dominio nipón del Estado títere de Manchukuo,
Mongolia Interior, Sajalín Meridional y las Islas Kuriles. En las primeras 24
horas el Ejército del Kwantung en Manchuria, el más poderoso de Japón, fue
prácticamente aniquilado por los soviéticos. A causa de estos sucesos por
primera vez entre los altos mandos japoneses se empezó a pensar en la
posibilidad de rendirse, ya que tenían un miedo psicológico al comunismo. Sin
embargo a Estados Unidos la actitud japonesa ya le daba igual, pues se vió en
la necesidad de borrar a Japón del mapa lo más rápido posible, antes de que la
Unión Soviética invadiese todos los territorios del Sudeste Asiático, lo que
derivaría en un desequilibrio de poderes en la postguerra. Aterrorizado ante
este posible resultado, el Presidente Harry Truman autorizó lanzar una segunda
bomba atómica contra la ciudad de Kokura.
Como en el primer bombardeo atómico, el 509º Grupo Mixto del
general Paul Tibbets sería el encargado de realizar la misión. El avión elegido
para la ocasión fue el bombardero B-29 “Bockscar” al mando del comandante
Charles Sweeney, cuya tripulación se componía por el piloto Charles Albury, el
copiloto Fred Olivi, el navegador James Van Felt, el bombardero Kermit Beahan,
el oficial de armas Frederick Ashworth, el oficial de pruebas Philip Barnes, el
contramedidas radar Jacob Beser, el ingeniero de vuelo John Kuharek, el
operador de radio Abe Spitzer, el operador de radar Edward Buckley, el
artillero de cola Albert Dehart y el ayudante Raymond Gallagher. Acompañarían
al avión otros dos B-29, el “The Great Artiste” del capitán Frederick Bock y el
“Big Stink” del comandante James Hopkins.
“Fat Man” era el nombre de la segunda bomba atómica, aunque
más peculiar, ya que se trataba de una bomba de hidrógeno. Tenía 3′ 6 metros de
largo y 1′ 5 metros de ancho, con una esfera en el interior de plutonio 239,
explosivo convencional y 70 detonadores que accionaban otras 70 cargas de
uranio 238. Teóricamente esta bomba debía lanzarse el 11 de Agosto, pero debido
a que la climatología informó de tormentas para ese época, se adelantó al día
9, es decir, sólo 24 horas después de darse la orden de ataque.
Bombardeo de Nagasaki
A las 6:00 horas de la madrugada del 9 de Agosto de 1945, el
B-29 “Bockscar” con la bomba atómica “Fat Man”, junto con el “The Grear
Artiste” equipado por los instrumentos de medición, despegaron de la Isla de
Tinian, en las Islas Marianas, rumbo a Japón. Poco después también puso proa al
cielo el “Big Stink” con las cámaras fotográficas.
Cerca de las 5:00 horas los B-29 “Bockscar” y “The Great
Artiste” sobrevolaron la Isla Iwo Jima. No mucho tiempo después lo hicieron
sobre Yaku-Shima, en donde supuestamente debía reunirse con ellos el “Big
Stink” que había salido con retraso. Tras estar dando vueltas en el aire casi
media hora, al comandante Charles Sweeney se le acabó la paciencia y ordenó
continuar hacia Japón sin la escolta, ya que su aparato por un problema técnico
contaba con menos combustible del habitual. Mientras tanto otros dos B-29
habían efectuado sendos reconocimientos sobre los posibles blancos, uno sobre
Nagasaki por el “Laggin’ Dragon” del capitán Charles McKnight y otro sobre
Kokura por el “Enola Gay” del capitán George Marquardt. Precisamente este
último comunicó por radio a Sweeny que Kokura en Honshû era el mejor objetivo a
bombardear.
Kokura fue alcanzada por el B-29 “Bockscar” sin incidentes
al comienzo de la hora laboral en Japón, cuando todo el mundo iba de camino a
sus empleos. El problema para el avión fue que había una visibilidad nula, ya
que las nubes tapaban por completo la ciudad. Como acertar en el blanco iba a
ser imposible, Swenney cambió al segundo objetivo, tal y como estaba pevisto en
caso de que fallase el primero. Por esa razón puso rumbo a Nagasaki en Kyûshû.
Irónicamente aquellas nubes salvaron a miles de vidas en Kokura, pero condenaron
a otras tantas en Nagasaki.
Sobre media mañana los dos B-29 “Bockscar” y “Great Artiste”
llegaron puntuales sobre Nagasaki. Pero como había ocurrido en Kokura, la
ciudad estaba completamente cubierta por las nubes y no era visible. Durante un
rato estuvieron dando vueltas con la esperanza de que el cielo quedase
despejado, aunque no fue posible. A las 11:00 se dió orden de regresar al
avión, entonces, justo cuando el “Bockscar” se disponía a irse, el bombardero
Kermit Beahan que observaba por la mirilla avisió de un pequeño hueco entre las
nubes por donde se distinguían algunos edificios de Nagasaki. Sin dudarlo, el
“Bockscar” hizo una rápida maniobra de aproximación y a las 11:01 se desprendió
de su bomba atómica “Fat Mat”, la cual cayó velozmente en picado.
A 560 metros del suelo, la bomba atomica “Fat Man” estalló a
las 11:02 de la mañaba del 9 de Agosto de 1945. Con un destello inicial diez
veces superior al del Sol que cegó a todos los habitantes, la explosión tuvo
una potencia de 20.000 toneladas de TNT, una fuerza inigualable en el mundo. El
epicentro de la explosión atómica, un kilómetro cuadrado en torno al distrito
industrial del norte, fue desintegrado totalmente debido a los 3.000 grados de
temperatura, incluyendo una iglesia católica que resultó derretida casi hasta
sus cimientos. Dos kilómetros más adentro, la destrucción de viviendas y
edificios también fue completa, como por ejemplo el Templo Sofukuji y la
fábrica de armas de Mitsubishi. Posteriormente se levantó un viento de 1.500
kilómetros por hora que arrancó las casas del suelo, llevándose consigo
árboles, almacenes y personas hasta a cuatro kilómetros de distancia. Por
último, coincidiendo con una lluvia negra radiactiva, se levantó un hongo en el
cielo que fue espectacular, ya que ascendió hasta los 18′ 5 kilómetros de
altura.
Conclusión
Conclusión
Nagasaki fue el golpe letal y definitivo que haría caer de
rodillas al Japón y obligarle a rendirse incondicionalmente. La destrucción de
aquella ciudad en Kyûshû por fin confirmó todas las sospechas al Emperador
Hiro-Hito y a su cúpula, lo que les hizo comprender que la guerra estaba más
que perdida.
A causa de la bomba atómica murieron en Nagasaki 70.000
personas al instante, que con el paso del tiempo se ampliarían a 170.000 por
culpa de las quemaduras o enfermedades radioactivas. También hubo 60.000
heridos y el 70% de los edificios quedaron destruidos.
Curiosamente hubo 8 aliados que murieron en Nagasaki, siete
militares holandeses y un británico, ya que se encontraban encarcelados allí en
el momento de la explosión.
Cinco días después de lo sucedido en Nagasaki, el 15 de
Agosto de 1945, Japón se rindió a los Aliados. El 2 de Septiembre se firmó la
paz en la Bahía de Tokyo y terminó la Segunda Guerra Mundial.
Fuente: Eurosia 1945
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