La escritora británica Joanne Kathleen Rowling se hizo
célebre con su serie de novelas dedicadas a las aventuras de Harry Potter, uno
de los mayores fenómenos literarios de la historia. Las peripecias de un niño
huérfano con poderes mágicos capaz de evadirse a voluntad a un mundo de
fantasía consiguieron batir todos los récords de ventas en la literatura del
género.
La persona que hizo posible que muchos niños y adolescentes
prefiriesen leer un libro a pasar las horas muertas delante del televisor es
una tímida británica que se propuso escribir siete entregas de la serie, que
equivalen a los cursos que el protagonista debe superar en la escuela de magia
y hechicería a la que asiste cuando se escapa de la horrible realidad cotidiana
en casa de sus mezquinos tíos.
Según algunos críticos literarios, la autora logró crear en
sus novelas una inquietante atmósfera atractiva a los ojos de lectores de muy
diversa condición y edad, a partir de influencias reconocibles en los libros de
escritores británicos como Enid Blyton, Richmal Crompton o Roald Dahl. Pero,
paradójicamente, ella misma afirmaba que nunca pretendió escribir fantasía y
que la idea le surgió a partir de sus propios recuerdos de la infancia.
Prácticamente desconocida y con problemas económicos en la primera mitad de la
década de los noventa, cuando vivía de una modesta pensión como desempleada, J.
K. Rowling se convirtió en una mujer rica y popular en Europa y sobre todo en
Estados Unidos, donde multitudes de niños acompañados por sus padres
soportarían largas colas en las librerías para hacerse con las últimas
aventuras del pequeño mago.
Joanne Kathleen Rowling nació el 31 de julio de 1965 en la
pequeña localidad británica de Chipping Sodbury, cerca de Bristol, en el
suroeste de la isla. Debido al trabajo de su padre, Peter, ingeniero de la
compañía Rolls-Royce casado con Anne, una escocesa con raíces francesas, su
familia tuvo que cambiar de residencia en varias ocasiones durante la infancia
de las pequeñas Jo y Di, cariñosos apelativos familiares de la futura novelista
y su hermana menor, Dianne.
Tras una breve estancia en Yate, se mudaron a Winterbourne,
siempre sin alejarse de los suburbios de Bristol, entorno en el que se forjaron
los primeros recuerdos de la imaginativa niña, que pasaba horas compartiendo
sueños y fantasías con su hermana. Lectora y escritora precoz, entusiasta
aficionada a devorar novelas para adultos, a los seis años ideó un conejo que
tuvo el honor de ser su primer héroe en un cuento que tituló Rabbit.
En Winterbourne las niñas hicieron amigos entre el
vecindario; uno de ellos se llamaba Ian Potter. Aficionada a adoptar nombres extraños
para los protagonistas y lugares de sus novelas, muchos años después Joanne
tomó prestado ese apellido para dar vida a su famoso personaje. Cuando Jo tenía
nueve años, los Rowling hicieron realidad su sueño y se mudaron a un área rural
del condado de Gwent llamada Forest of Dean, núcleo de población cercano a
Chepstow, donde las dos hermanas descubrieron el placer de jugar en los verdes
campos británicos próximos al río Wye.
Pero el feliz cambio tuvo su contrapartida en los problemas
en la nueva escuela a la que asistieron las Rowling y que acabó por convertirse
en un tormento para la mayor de las hermanas, quien recordaría durante años a
su odiada profesora Mrs. Morgan, hasta el punto de trasladarla a sus novelas y
hacer que encarnara a uno de sus malévolos personajes.
La pecosa, estudiosa y bastante insegura «gafotas» Joanne,
según su propia definición, creció y dejó la escuela primaria de Tutshill para
entrar en la de Wyedean, donde empezó a interesarse por los idiomas. Alumna
aplicada, pronto destacó también por su afición a contar historias a un
reducido círculo de amigos, quienes escuchaban con atención la narración de
largos relatos en los tiempos del recreo. Durante su adolescencia escribió
mucho, pero, con la excepción de algunos divertidos cuentos, nunca se atrevió a
mostrar sus manuscritos a nadie.
Una vez graduada en Wyedean, Joanne K. Rowling se matriculó
en la Universidad de Exeter, donde, siguiendo el consejo paterno, estudió
francés con el propósito de encontrar después un buen trabajo como secretaria
bilingüe. Con los títulos de lengua y literatura francesas todavía relucientes,
se trasladó a la sede de Amnistía Internacional en Londres para realizar un
trabajo de investigación sobre las violaciones a los derechos humanos en el
África francófona.
Tras este breve período de formación empezó a trabajar como
secretaria, pero pronto descubrió que el orden y la rutina no iban con ella.
Varias experiencias frustrantes en diferentes empresas, unidas a la triste
desaparición de su madre, enferma de esclerosis múltiple, la llevaron a dejarlo
todo a los veintiséis años y a abandonar el país con la intención de enseñar
inglés en el extranjero.
En Lisboa disfrutó enseñando su lengua materna a alumnos
portugueses y tuvo bastante tiempo para escribir, su verdadera vocación. Allí
conoció y se enamoró de Jorge Arantes, un periodista de la televisión
portuguesa con el que contrajo matrimonio en octubre de 1992 y con quien, un
año más tarde, tuvo una hija a la que llamó Jessica «en honor a una brigadista
británica que había luchado en la guerra civil española», según afirmó en una
entrevista. Pese al feliz acontecimiento, el matrimonio no prosperó y pronto
acabó en divorcio.
Madre de una niña pequeña y sola en un país extranjero, en
1996 Joanne decidió regresar a Gran Bretaña y se instaló en la ciudad escocesa
de Edimburgo, cerca de su hermana Dianne, donde llegó con la firme intención de
acabar y publicar una novela sobre un tal Harry Potter, personaje infantil con
poderes mágicos, cuyas andanzas había imaginado bastante tiempo atrás durante
un interminable viaje en tren entre Manchester y Londres.
La tenaz profesora de francés pasó muchas tardes de su vida
escribiendo «para sí misma» en un cálido café próximo a un pequeño apartamento
sin calefacción en el que malvivía con su hija. Finalmente, logró una beca del Scottish Arts Council que le permitió concluir,
cinco años después de empezada, la que entonces era la obra de su vida: Harry
Potter y la piedra filosofal.
Sin éxito recorrió con la copia mecanografiada por ella
misma editoriales del prestigio de Penguin y Harper Collins, hasta que en 1997
logró por fin que la prestigiosa firma británica Bloomsbury publicara el
libro. Pocos meses después, Scholastic Press compró los derechos de la novela
para Estados Unidos, por una suma superior a los 14,5 millones de pesetas, una
cifra muy importante para un libro infantil. Rowling empezó a ser popular en su
propio país, y durante los primeros meses se vio ampliamente superada por la
situación, sin poder escribir ni una sola línea.
A punto de terminar el segundo libro de la serie, entró en una
fase crítica y llegó a pensar que estaba escribiendo «basura», según confesaría
tiempo después en una entrevista. Nada acostumbrada a manejar semejantes sumas
de dinero ni a la presión de los medios de comunicación, Joanne se bloqueó y
tardó en adaptarse a la nueva situación, hasta el punto de verse obligada a
modificar su sencillo estilo de vida. Tuvo que dejar de escribir en el mismo
café debido al acoso de admiradores y curiosos, que convirtieron el local en
lugar de peregrinación, y adoptó una postura defensiva frente a las
intromisiones en su vida privada. Después decidió dejar las clases
definitivamente para dedicarse por entero a lo que siempre había anhelado:
escribir.
La publicación de su primer libro -firmado con las iniciales
J. K. por consejo de los editores, recelosos de que los niños no quisieran leer
un libro sobre un chico escrito por una mujer- significó un giro mágico en su
vida. La realidad del extraordinario éxito superó ampliamente todas las
expectativas de las editoriales británica y estadounidense que lo habían
publicado. Las posteriores ediciones de los siguientes libros de la serie
(Harry Potter y la cámara secreta y El prisionero de Azkabán) reafirmaron el
éxito inicial y dieron lugar a un fenómeno literario, al que la prensa denominó
«pottermanía».
Condecorada con el título de Oficial del Imperio Británico y
convertida en la persona que ocupa el tercer lugar por volumen de ganancias en su
país, de acuerdo a un listado de la prestigiosa revista Forbes, Joanne trató de
mantener contra viento y marea su discreto estilo de vida. Todas las mañanas
siguió llevando a su hija al colegio siempre que las giras promocionales de sus
novelas se lo permitían, y procuró escribir los restantes libros de Harry
Potter en otros cafés de Edimburgo, lejos del acoso de los periodistas.
Biografías y vidas
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